Por suerte, los rescatistas se pusieron manos a la obra. Llevaron a la cría al Ramona Wildlife Center de la San Diego Humane Society. Allí, los expertos pudieron darle los cuidados que necesitaba. También lo llamaron Baby Bear.
Pero había un gran problema. Un día, la cría volvería a su hábitat natural. No dependería de la ayuda de los humanos. Debía aprender a vivir con otros osos. Así que los cuidadores decidieron hacer algo inusual. ¡Fingieron ser osos!
Cuando los trabajadores entraban en la habitación del osezno, llevaban máscaras y abrigos de piel de oso. Los abrigos se guardaban en cajas con caca de oso y heno en el que habían dormido otros osos. Así, los trabajadores también olían a oso.
Los cuidadores tampoco hablaban cuando tenían cerca a Baby Bear. En su lugar, gruñían y hacían ruidos de oso.
“Tratamos de parecernos y comportarnos como osos todo lo posible”, dice Ángela Hernández-Cusick. Ella ayudó a cuidar del osezno.